Funeraria Blandino

El duelo en los bebés

27 mayo, 2020

Rosa María Paliza
Psicóloga -Psicoterapeuta Universidad Católica de Lovaina-Bélgica
CESDHU
Terapeuta Familiar y Sistemática
Centro de Estudios Superiores En Desarrollo Humano

Surgen las preguntas: quién más va a irse y no volver?, me quedaré solo?, quién me va a cuidar? Por qué todo el mundo ha cambiado? mi mamá no es la misma, mi papá tampoco, mis rutinas han cambiado, que se ha ido, donde están mis abuelos, por que todo mi mundo tal y como lo conocía cambió?. Si bien estas preguntas no puede ser formuladas cognitivamente por un bebé, él sentirá las sensaciones, los cambios y sobre todo las alteraciones del estado de ánimo producidas por el dolor y el estrés en los adultos que son su fuente máxima de seguridad. Cambios bruscos de cuidadores, sobre todo cuando estos cuidadores han sido constantes desde el nacimiento, afectan profundamente su seguridad básica, es decir la confianza en que estará cuidado, protegido, alimentado y amado por los adultos de manera confiable y satisfactoria.

La necesidad de contacto, que es considerado un instinto primordial en todos los mamíferos desde el nacimiento, es fortísimo en los bebés recién nacidos. Ellos inmediatamente reaccionan a la voz de ambos padres y se tranquilizan en el momento en que escuchan los latidos cardiacos humanos, en que son tratados con tonos de ternura tranquilizantes y repetitivos como las canciones de cuna.

Cuando los padres están afectados por la incertidumbre, la ansiedad, la impotencia y la pérdida, su capacidad de estimular, jugar y consolar a un bebé se ve fuertemente disminuida, lo que generará en el pequeñín una retirada de su confianza básica que es el cimiento para sus seguridades futuras. La manera en que se haya vivido la seguridad básica inicial dejará caminos de fortaleza o de inseguridad en el curso de la vida. Hoy sabemos que estos caminos pueden mejorarse y crecer si más tarde se encuentran los apoyos necesarios.

El cerebro de los bebés, si bien es resiliente, es sumamente sensible al estrés. Su sufrimiento afectivo suele expresarse con más incomodidad y llanto sin motivo aparente, dificultades del sueño, pérdida del contacto visual y de búsqueda de las voces conocidas que ha estado teniendo desde el nacimiento.

Además puede manifestarse con inapetencia alimenticia, a través de la piel (manifestaciones dérmicas), del sistema respiratorio (a partir de los tres meses), o con alteraciones del sistema digestivo.

Tenemos que estar más conscientes de que los bebés entienden y sienten todo el lenguaje gestual y que están atentos a ritmos y rutinas de su entorno familiar.

Creer que no se dan cuentan de lo que pasa, que no se enteran, es un craso error. Son muy sensibles a lo que falta, lo que cambia y al estado anímico de las personas que los rodean; por tanto, necesitan también ayuda en los procesos de duelo que afectan a su familia entera. Y si su malestar no es tomado en cuenta para ayudarlo en ese momento, el cerebro hará conexiones inter-neuronales muy primitivas que usará en respuesta al sufrimiento de manera automática sin posibilidad de llevarlas a su propia comprensión y a su expresión verbal. Para superar estas dificultades necesitará posteriormente trabajar más que los demás el desarrollo de la inteligencia emocional y la empatía que comienza muy temprano en el ser humano.

La intervención cuando el ambiente cambia bruscamente por un duelo, es aumentar el contacto con los bebés más pequeños, explicándoles la situación con ternura y mantenerlos mucho tiempo en contacto con el cuerpo humano del adulto.

Nosotros no podemos garantizar que un bebé pequeño entienda todo el lenguaje hablado pero él sí entiende que está siendo tomado en cuenta, comprendido, consolado e incluido en la situación familiar del momento. Hay que explicarle que los adultos están tristes o preocupados o inquietos. Es inútil tratar de disimular las emociones, si usted lo hace, las transmitirá con el siguiente mensaje: de la tristeza, del miedo, etc. no se habla , eso se niega, cuando se siente, se disimula o lo que es peor, se bloquea.

Y hay que decirle que él es un buen bebé, que lo que está pasando no fue producido por él, cuidando así el origen de la sana autoestima.

De ser posible, la persona cercana del entorno familiar que esté menos afectada, puede ser de gran ayuda para mantener la enseñanza de la alegría y de la empatía en estas situaciones.

Sé que habrá quienes sigan creyendo que los bebés no entienden, que no sienten pero hacer lo que aquí se sugiere sólo le hará bien a su pequeño y será punto de apoyo de la estabilidad emocional para el futuro de su vida.